1 Juan 2.15-17
“No amen al mundo ni las cosas del mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; 16 porque todas las cosas del mundo: los deseos de la vieja naturaleza, los deseos de los ojos, y las pretensiones de la vida, no son del Padre, sino del mundo. 17 Y el mundo está pasando, junto con sus deseos. Pero aquel que hace la voluntad de YAHWEH permanece para siempre.”
Vivimos en un mundo que, si bien fue creado por YAHWEH para bendecirnos, a través del tiempo se ha contaminado por la perversión y maldad humana, un mundo en el cual ha sido introducido un sistema y conjunto de normas humanas que solo han traído, confusión y división a la creación.
Un mundo donde cada pueblo y nación ha determinado sus propias costumbres y buscan vivir una vida que satisfaga sus propios deseos y han dejado atrás las verdades y lineamientos contenidos en nuestro manual de vida (La Biblia), así lo manifiestas.
El mundo está lleno de cosas que buscan satisfacer los deseos de la carne, aun cuando las cosas sean feas, el adversario se ha encargado de sacarles brillo para hacerlas parecer atractivas y así persuadir al hombre para que ponga su vista en ellas, al punto de engañar de manera que a lo bueno se le llama malo y a lo malo bueno, y aunque a la mayoría le guste y lo practique, como hijos del altísimo estamos habilitados por el Espíritu, para dominar nuestra naturaleza y poder decir que no, a aquellas cosas que están en contra de la Palabra de nuestro Dios.