Colosenses 3:23-24
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
No siempre hacemos lo que queremos ni estaremos cómodos en toda situación. Lo que queremos, tampoco será en todo momento aquello que conseguimos. Son verdades de la vida que poco a poco vamos, con la experiencia aceptando y que van abriendo nuestros ojos a saber que ocuparse de una tarea que no es deseable y hacerla bien es un gran desafío. El apóstol Pablo, escribiendo una carta a los hermanos de Colosas, les advirtió: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. (Colosenses 3: 23)
Él sabía muy bien que haríamos cosas y viviríamos situaciones que no siempre serían agradables, ni satisfactorias para nuestras aspiraciones. Sin embargo, conocía el secreto para tener éxito en sus esfuerzos: hacerlo todo de todo corazón como para el Señor.
Esta es la clave para superar las dificultades, vencer nuestras limitaciones y avanzar para perfeccionar nuestra fe. Si nos saltamos, por conveniencia o por comodidad, una fase, nunca seremos victoriosos ni maduros de verdad.
Si negamos los planes de Dios para nuestras vidas, perderemos la oportunidad de ser bendecidos y de bendecir las vidas de muchos a nuestro alrededor, con la sabiduría que el Señor, de seguro quiere darnos a través de una u otra prueba.
Así pues, cuando las piedras se interpongan en nuestro camino, las circunstancias sean totalmente adversas, o hasta nuestras fuerzas desmayen, centremos nuestra atención en Dios, y hagámoslo todo para su honor y gloria. Dediquemos nuestro corazón a hacer las cosas como si fueran para presente de Nuestro Padre Celestial.
Estoy seguro de que descubriremos “diamantes” bajo nuestros pies en cada paso que demos hacia esa voluntad del Señor en nuestras vidas, porque en Su Plan, Beberás aguas deliciosas en medio del desierto y verás cómo se producen los grandes milagros.