Salmos 46:1
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.
Decir que Dios es nuestro amparo y fortaleza significa afirmar que es entonces nuestro refugio y que en Él encontramos toda la fuerza y protección que necesitamos; independientemente de las circunstancias que puedan afligirnos.
En la frase “Dios es nuestro amparo y fortaleza”, la palabra amparo traduce un término hebreo que significa literalmente “un refugio”. Este término se utilizaba comúnmente para indicar un lugar adecuado para protegerse del peligro de una tormenta. La palabra fortaleza, por su parte, traduce un término que significa “poder” o “fuerza”, y procede de una raíz hebrea que transmite la idea de “ser fuerte”, “prevalecer” o “hacer firme” y “fortalecer”.
Así podemos comprender que, si bien Dios es nuestro refugio al ser lo bastante poderoso para preservarnos cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse, también es nuestra fortaleza y comunica su fuerza en nosotros, haciéndonos firmes. Y es que Dios no nos protege como un refugio para mimarnos, sino que nos cobija para fortalecernos para volver a la vida con sus responsabilidades y peligros.
Dios es la fuente de toda la fuerza espiritual que necesitamos para ejercer la gracia, cumplir los deberes, soportar a los enemigos, llevar pacientemente las cargas que la vida nos coloque en un momento dado y mostrar firmeza de espíritu bajo las angustias más terribles hasta el final, siempre confiando en Nuestro Padre Celestial.
¡Dios mismo es la fuerza de los corazones de aquellos quienes le siguen y le sirven, por lo que ellos NO DEBEN TEMER!