Actitudes que marcan la diferencia

Colosenses 3:23-24

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.”

A diferencia de lo que mucha gente piensa, el trabajo es un don y Dios tiene directrices claras al respecto.

El trabajo es una bendición. A través de ella el hombre tiene la posibilidad de utilizar sus dones y talentos, superar retos y contribuir de forma significativa a la vida de otras personas, ya sea compartiendo conocimientos u ofreciendo un servicio ético e impecable.

Es trabajando como el hombre descubre muchas de sus capacidades, mantiene a su familia y encuentra la motivación para crecer y desarrollarse como persona y como profesional. El trabajo es una creación de Dios.

El Señor Dios colocó al hombre en el jardín del Edén para que lo cuidara y lo cultivara. Génesis 2.15.

Un trabajo realizado con esmero es una forma de glorificar a Dios y de testimoniar al mundo un estilo de vida basado en la ética y la responsabilidad.

El resultado de una actuación celosa se expone en la Biblia en Proverbios 22.29: ¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará.

Es bueno cuando el cristiano reconoce que sus actividades diarias pueden ser un acto continuo de alabanza a Dios, una expresión de los valores que impregnan su vida, una forma de ser “sal y luz” independientemente de dónde se encuentre.

También es interesante observar que Nuestro Padre Celestial en su Palabra, habla claramente sobre el tema del trabajo.

Fíjese en lo que está escrito en Efesios 6:5-8:

Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.

En el siglo XXI, nuestra situación es muy diferente de la que vivieron los esclavos en la antigüedad.

Tenemos beneficios, derechos, comodidad y libertad. Dejando a un lado las quejas, debemos prestar atención al principio de las Escrituras que nos exhorta: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor.

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