Marcos 10:50-52
“El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”.
Jesús identificó en este ciego una oscuridad más profunda que la que inundó sus ojos. Bartimeo pidió una bendición y recibió dos: por la fe recibió la salvación y la curación. Salvado y poseedor de una visión completa, no se quedó en Jericó, sino que se unió a las filas de los seguidores de Cristo. ¡Se convirtió en un discípulo!
Ante la oscuridad que puede nublar el brillo de nuestro camino, recordemos las veces en que Dios, con su extensa misericordia y amor incalculable nos ha bendecido con alumbrarnos y permitirnos seguir adelante; esos momentos son la viva prueba de la fe salvadora, aquella que nos libra del mal y con ello nos anima a buscar más y más al Señor y expandir su Reino.