Enfocados en la meta

Filipenses 3:12

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”

En todas las etapas de la vida, al ser niños, convertirnos en adolescentes y luego en adultos, nos encontramos con figuras que nos demuestran un patrón a seguir, es decir, personas a las que vemos como ejemplo. De esa misma forma, al decidir caminar junto al Señor, su palabra nos regala en Jesús el más grande modelo a seguir.

Es Él nuestro ejemplo de cómo tratar a otros, nuestro ejemplo de cómo debemos influenciar a aquellos a nuestro alrededor, es la muestra eterna de cómo debemos conducirnos, de en qué debemos convertirnos, de quien debemos ser.

Ningún otro ejemplo que hayamos encontrado puede compararse con Él. Las escrituras nos revelan como Jesús se hacía presente en cada lugar donde el necesitado y el desposeído requerían de auxilio y cuidado. Como iba continuamente avivando corazones sin esperanza y regocijando almas sin consuelo.

En las escrituras de hoy, el apóstol Pablo, nos revela como creyentes, el fin que debemos perseguir: el crecimiento en carácter y espíritu para en El Señor, acercándonos  en nuestro obrar a su mayor ejemplo: Cristo.

Es ese el propósito último del Señor en nuestras vidas. Convertirnos  en instrumento de su influencia sobre aquellos que nos rodean, para honrarlo y rendirle gloria desde nuestras realidades, en la familia, en el trabajo, en comunión fraternal con todos nuestros hermanos.

Busquemos entonces, con pequeñas acciones, de forma gradual, acercarnos al ejemplo de Cristo. Sigamos las instrucciones que nos regalan las escrituras y seamos ese modelo que el Señor nos llama a ser. Como nos exhorta Efesios 4:23-24: “Renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

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