Juan 13:3-5
“Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido”
Algunas veces, la manera más efectiva de comunicar un concepto, una opinión o una teoría es a través de la demostración. Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, pero pienso que a su vez una demostración vale más que mil imágenes.
Jesús no sólo era un maravilloso y pedagógico maestro que sabía mediante ejemplos y parábolas llegar a sus discípulos, sino que además predicaba con sus acciones el amor, misericordia y comunión fraternal.
De esa forma lo hizo, el mismo día en que sabía que su hora había llegado y sería traicionado. En vez de tratar de alejarse de sus discípulos decidió pasar sus últimos momentos junto a ellos y enseñarles una inolvidable lección: como ser un siervo humilde y grato.
Como dictan las escrituras Jesús: se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos. Mientras lavaba los pies de cada uno los exhortó al mismo tiempo a lavar ellos los de sus hermanos diciendo: Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros (Juan 13:13-14).
Que grandiosa muestra de humildad y servicio la de Jesús enseñando a sus discípulos que nadie puede considerarse tan elevado como para no servir a otros. Nadie puede considerarse tan alto como para mirar a sus hermanos desde arriba. Si El Maestro lava los pies de sus discípulos ¿cómo sus discípulos no podrán luego lavar los de sus hermanos?. Si El Maestro sirve con gratitud ¿cómo no servir nosotros también con espíritu grato?.
Miremos a Jesús y aprendamos del Maestro como servir de corazón y con desprendimiento, haciendo lo correcto, sin esperar nada a cambio. Obedezcamos su comando: «Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:15). Vayamos y hagamos efectivo su ejemplo. Demos como Él muestras de amor, misericordia y paz a todos los que nos rodean.
Recordemos que seguir a Dios es servirle sin condiciones. Y honrarlo es dar muestras de que somos obra maestra hecha a su imagen y semejanza: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10.