Juan 16:23-24
“En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”
Cuando caminamos por fe, pienso que debemos llegar al punto de presentar ante Dios nuestros problemas, de la misma manera como lo hacían los pequeños alumnos, con la total confianza de que sólo Él puede componer, todo aquello que se encuentre roto en nuestras vidas.
No es una tarea fácil, porque si hay algo que requiere de nosotros una maduración espiritual y crecimiento en carácter, es la capacidad de fortalecer nuestra confianza en El Señor, apoyados siempre en sus escrituras.
Sin embargo, todo se facilita cuando nos hacemos conscientes de que su palabra nos regala preciosas y grandísimas promesas que solo se harán realidad si ejercemos y hacemos cada día más solida dicha fe. Porque es a través ella que podremos disfrutar de lo que El Señor nos ha prometido, aunque en un momento puntual nos parezca imposible.
Así le ocurrió a Sara, Zacarías, Elisabet y otros muchos personajes de la Biblia. A Marta Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Luego se dirigió al cementerio y llamó a Lázaro levantándolo de la tumba (Juan 11:40)
Se trata de honrar al Señor, sabiendo que ejecutará las acciones que sólo Él puede. Se trata también de permitir que su espíritu siembre en nuestros corazones la semilla de la fe constante, que nos permita creer, anclados en su palabra y esperando confiados, en su misericordia y cuidado.
No dejes de pedir, buscar y golpear llevando adelante tu fe. Las respuestas algunas veces temprano, algunas veces más tarde, pero en sus tiempos que son perfectos llegarán, porque “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37)