Marcos 4:39-41
“Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”
Silencio, calma, tranquilidad. En lo profundo de un silencio sepulcral y de una calma apacible los discípulos en tiempos de dificultad experimentaron el grandioso poder y la gloria divina del Señor. ¿Qué podrías aprender hoy de un par de poderosos momentos de silencio en tu día?
De tiempo en tiempo, observamos a los grandes héroes de la biblia emerger de momentos de silencio y reflexión para acometer y lograr lo imposible. ¿Recuerdas a Jesús orando en el jardín de Getsemaní o a Moisés internándose en el desierto?
Irónicamente, pareciera que muchos podemos oir la voz de Dios más y más fuerte y clara en los momentos tranquilos de nuestro día. En el silencio encontramos la reflexión necesaria para escuchar al Señor y acercarnos a Él de una manera única.
Te invito hoy a sacar un tiempo libre para encontrarte contigo mismo y con Dios internándote en un momento de propio silencio. Porque en la tranquilidad de ese instante podrás reconocer que sólo la mano soberana de Dios, puede cambiar la corriente.
Allí recordarás todo lo que El Señor ha hecho y como ha obrado en tu vida, permitiendo que te regocijes en Él y su misericordia, si te ha encontrado el sufrimiento. Y en ese mismo silencio podrás tener la confianza de saber que nuestro temor se derrite a la luz de su gloria. y en Él ningún enemigo ya no puede derrotarnos.
Hazte amigo de tu silencio y verás cómo escucharas las palabras del Señor, a través de la meditación de tu corazón. En tranquilidad y silencio, no batallarás sólo porque Dios estará contigo.