Mateo 4:18
“Andando Jesús a la orilla al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores”.
A la orilla del mar
Jesús caminaba a la vista de todos; a plena luz del día y era accesible a todos.
Buscar a Dios durante el día tiene poder, porque dejamos de hacer otras actividades para seguirle, pero él mismo está consciente que durante el día nuestra mente está en la barca (vida cotidiana) en las redes (trabajo) y en nuestra ocupación (desempeño de nuestras capacidades).
No hay mucha exclusividad a esta hora no en éste espacio. Sin embargo, podemos verlo caminar y ser convocados por su voz en medio del bullicio del mundo… Pero seguimos en la orilla del mar y rodeados de toda clase de personas.
Jesús se sube en tu barca
Lucas 5:3
“Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud”.
Jesús se monta en lo que eres, en lo que tienes, en lo que sabes y hay una conexión más exclusiva.
Sin embargo, es igualmente a plena luz del día. La diferencia con la primera dimensión es que Jesús no está en la orilla, sino que él puede hacer de ti una morada y tu vida es un instrumento para enseñar a otros.
Si lo notas, él enseña desde tu barca a otros, pero habla muy poco contigo. Te usa, pero no hay secretos que revelar donde hay tantos oídos. Imparte a otros pero tú eres espectador en el mover de Jesús.
Muchos están en esta dimensión… Conformes sólo de tener a Jesús en su barca.
Boga mar adentro
Lucas 5:4
“Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”.
Pescar a plena luz del día es contradictorio. Pero Jesús activa el mover profético y los pescadores estaban a punto de presenciar un poderoso milagro.
La vida es un milagro, la misericordia es un milagro, la salvación es un milagro, la oración es un milagro, la gracia es un milagro, usar las riquezas del Reino es un milagro, las sagradas escrituras son un milagro.
Pero aún en la distancia, la barca de Pedro era observada y señalada por muchos. Había un poco más de intimidad, pero no una libertad total.
Hubo un rompimiento en esta dimensión, vieron el poder de Dios en movimiento y en la tierra.