2 Samuel 5:20-25
“Y vino David a Baal-perazim, y allí los venció David, y dijo: Quebrantó Jehová a mis enemigos delante de mí, como corriente impetuosa. Por esto llamó el nombre de aquel lugar Baal-perazim. Y dejaron allí sus ídolos, y David y sus hombres los quemaron. Y los filisteos volvieron a venir, y se extendieron en el valle de Refaim. Y consultando David a Jehová, él le respondió: No subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente de las balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás; porque Jehová saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos. Y David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado; e hirió a los filisteos desde Geba hasta llegar a Gezer”
Al caminar junto a Dios, he aprendido que en la vida podemos encontrar como en el ajedrez, retos muy distintos con diferentes soluciones. No obstante una sola es la fuente que nos permite encontrar dichas respuestas: El poder del Señor y nuestra fe en dicho poder.
En las escrituras de hoy observamos como prevalece esta verdad. David debió librar dos batallas frente a los filisteos, que fueron prueba de la guía del Señor: una en Baal-perazim y la otra en el valle de Refaim.
David acertó al consultar al Señor, como librar a estos terribles guerreros, para encontrar en cada batalla la estrategia idónea para salir victorioso. En la primera el poder de Dios se sobrepuso completamente a los filisteos y como dio cuenta David: “Quebranto Jehová a mis enemigos delante de mí”.
En la segunda el Señor lo instruyó sobre el posicionamiento y disposición de sus fuerzas, de manera que efectivamente pudiera rodear a sus enemigos y derrotarlos en una letal emboscada.
La vida nos confiere día a día, desafíos importantes, cursos de acción y nos enfrenta a decisiones que serán la base de donde estaremos mañana. Aunque no habrá siempre una respuesta ideal, que sea la misma para cada circunstancia, siempre podremos recurrir a la guía paternal del Señor que nos indicará el camino y nos permitirá, de su obra de bien, fortalecer nuestra creciente fe en su poder.
Vayamos confiados de la mano del Señor, recordando que ya sea que la victoria llegue a través de su intervención milagrosa o mediante su guía, toda la gloria es para Él.