Lucas 12:15
“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.
Era la mayor multitud que se había reunido hasta ese momento. Se había reunido tanta gente para ver a Jesús, que uno casi pisotea a otro (v 1). En este ambiente, un hombre se dirigió a Jesús con una importante petición que, si se le concedía, le daría seguridad económica. Se quejó: “Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.” (v 13).
Quizás su hermano mayor no quiso darle una parte de la herencia de su difunto padre. Jesús ayudó a menudo a los que habían sufrido la injusticia de otros. Así que la respuesta de Jesús sorprendió a todos: “Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (v 14). ¿Por qué Jesús se negó a asumir el papel de juez y le contestó como lo hizo?
Porque Jesús no había sido designado para arbitrar casos legales entre personas. Él está diciendo aquí: “No soy un juez para tratar su caso financiero; estoy aquí para juzgar los corazones de la gente”. Jesús juzgó al hombre por su avaricia, no por la cuestión de la herencia entre él y su hermano.
Y para asegurarse de que la multitud entendía su punto, Jesús les enseñó una verdad fundamental: “guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” (v. 15).
A continuación, Jesús cuenta la historia de un hombre que planeaba ampliar sus graneros para almacenar sus grandes cosechas. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (v 20). Jesús concluyó entonces: “Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (v 21).
Como Dios es el Creador de todo, puede proporcionarnos todo lo que necesitamos. Si realmente creemos esto, seguiremos el consejo de Jesús en Lucas 12:22-34 de buscar primero el reino de Dios y no preocuparnos por nuestras necesidades físicas. Jesús nos dice: “No te preocupes porque el Padre sabe que los necesitas”.