Génesis 15:1
“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.”
Abram no tenía que temer el futuro, pues Dios no permitiría que su fiel siervo perdiera la recompensa que le correspondía, y le prometió algo infinitamente mejor que el botín mundano de Sodoma, que rescató de los invasores paganos.
El Señor prometió ser el escudo de Abram. Se comprometió a protegerlo y guardarlo de la destrucción espíritu, alma y cuerpo. También prometió a Abram una recompensa muy grande.
Pero la recompensa que Dios da a todos sus siervos fieles está por encima de todo lo que podamos pedir o pensar. Su bondadosa generosidad hace que la riqueza más fabulosa del mundo y las posesiones más preciadas se vuelvan insignificantes e intrascendentes, en comparación con el gozo que se nos reserva en los lugares celestiales.
Saber que el Señor es nuestro Escudo y Defensor, debería llenar nuestros corazones de alegría y regocijo, porque estar protegidos por el Dios Todopoderoso y Salvador es el lugar más seguro en el que podemos estar.
No olvidemos nunca que tenemos un Padre fiel cuyas promesas a su pueblo son todas sí y amén en Cristo Jesús nuestro Señor, y deberían hacer que nuestros corazones se regocijen en el Señor siempre y se alegren en Él por siempre.