Jeremías 33:3
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”
La Oración, el clamor y la comunión son tres cosas diferentes, perfectamente ligadas. La oración es la acción de hablar con Dios en un momento determinado.
El Clamor es una súplica o interacción vehemente, va un poco más allá de hablar, hay una interacción de todo el ser, con Dios. Y la Comunión, es la vida de oración habitual en todo tiempo, es la relación que se forma resultado de la práctica continua de orar con la mente, el alma, los sentidos y en todo lugar.
Las tres formas son eficaces y de las tres podemos participar. Todas conllevan Sacrificio, porque la carne nunca le ha gustado entrar a las profundidades del Espíritu.
No debemos dejar de orar por algo que Dios no ha Respondido aún
Nuestra fe va ligada a nuestra Imaginación, acciones y deseo. De manera que pedimos aquello que imaginamos, soñamos y lo creemos posible. Oramos aquello por lo cual accionamos. Oramos por aquello para lo cual Creemos.
Es decir, una vez que dejamos de pedir por algo que aún no hemos recibido no solo desistimos, sino que también hemos debilitado nuestra fe en Dios.
Las oraciones que están ligadas a nuestro propósito están destinadas a ser contestadas en su tiempo, hay oraciones que forjan nuestro carácter y nos enseñan paciencia antes de recibir lo pedido.
Otras alimentan nuestra Esperanza, otras nos enseñan sensibilidad y compasión, otras nos enseñan poder, pero detrás de cada oración, antes de la Respuesta, Dios nos enseña algo. Pues la oración es una escuela Espiritual.
La oración es la interacción más cercana que tenemos con Dios
Así que cuando estamos en ese Proceso, Dios hará todo lo que deba hacer para capacitarnos para que podamos recibir lo que pedimos.
Es decir, como cuando un hijo pequeño va y le dice a su madre que quiere ayudarla en la cocina, su madre no le responde inmediatamente y le da el cuchillo, ¡No! Prepara todo, le da seguridad, le enseña con cosas sencillas y lo guía en todo.
Asimismo Cuando ensanchamos nuestra capacidad de hacer y recibir, cuando maduramos y crecemos a través de la oración, cuando nuestro carácter es fortalecido, entonces las Respuestas serán más oportunas.
Dios nos enseña, nos forma, nos forja, nos capacita a través de la oración y a veces, dejamos de orar porque aún no hemos recibido, y resulta que desde el primer día estamos recibiendo el trato de Dios en nosotros, que es mayor que aquello que Pedimos.
Lo que pides no es la Respuesta, es la Relación con Dios.