Proverbios 23:7
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.”
Cuando Jesús caminó por la tierra, conmovió de raíz las bases de la hipocresía y costumbres perniciosas de la élite religiosa de la época: los fariseos, que pensaban con suficiencia que si no cometían ciertos pecados, estarían bien.
Pero de alguna manera pensaron que podían hacer estas cosas en sus mentes y no sería pecado. Jesús dijo: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. (Mateo 5:27-28). No les gustó el mensaje completo.
¿Qué estaba señalando Jesús a estos hombres y a nosotros también? Una vez más, subrayó la importancia de nuestros pensamientos, corazones y actitudes. Esto se debe a que el pecado no es simplemente una cuestión de acciones y hechos. Es algo que está en el corazón y en la mente y que lleva a la acción.
El pecado te engaña haciéndote creer que porque no has cometido el acto, estás bien. En realidad, si sigues pensándolo, puede ser sólo cuestión de tiempo para que el pensamiento se convierta en acción.
Incluso si eso no sucede, ese pensamiento sigue siendo espiritualmente destructivo. Por lo tanto, tienes que salir de ese camino para, como cristiano, proteger tu mente y tus pensamientos. El enemigo reconoce el valor de ser el primero en conseguir un punto de apoyo en el reino de tu mente e imaginación, porque sabe que eso allanará el camino para que finalmente todo aquello que negativamente piensas, se conviertan en acción.
Como reza el dicho, “siembra un pensamiento, cosecha un acto. Siembra un acto, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter. Siembra un carácter, cosecha un destino. Todo comienza con un pensamiento.
Pidamos al Señor mantenga nuestros pensamientos agradables a Él, rendidos a Su voluntad, humillados a Su ley.
Oración diaria: Señor, libra mi mente de pensamientos ajenos a Tu voluntad, contrarios a Tu ley y cuídame y protégeme de las artimañas del enemigo para confundirme y debilitar mi fe, pues Tu poder es y será siempre mayor.