Romanos 10:17
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”
Es interesante notar que ninguna persona en el Nuevo Testamento llegó a la fe sin antes ser objeto de la voluntad y obra de otro ser humano. ¿Alguna vez te has detenido a pensar en ello? Podemos encontrar varios ejemplos.
Estaba el etíope (leer Hechos 8:26-39). Había muchas formas en las que Dios podría haber llegado a este hombre desde aquel lejano país. Podría haber enviado un ángel a su encuentro. En cambio, el Señor envió un ángel a Felipe y le dijo que fuera. Así que Felipe compartió el evangelio con aquel hombre, y éste creyó.
También estaba el carcelero de Filipos (ver Hechos 16:27-34). Dios podría haber llegado a él de muchas maneras. En cambio, permitió que Pablo y Silas fueran arrestados y finalmente proclamaran el evangelio, llevando a ese hombre y a su familia a la fe.
Podemos pensar en Cornelio, un hombre que buscaba a Dios (ver Hechos 10). Un ángel le habló y le dijo que tenía que encontrar a un hombre llamado Simón Pedro. El ángel le explicó dónde encontrarlo. El ángel podría haberle dado el evangelio, pero Dios eligió usar a Simón Pedro.
¿Qué pasó con Saulo? Si bien es cierto que se convirtió a través de un encuentro con Cristo en el camino de Damasco, su conversión fue compartida con dos experiencias con personas que influyeron en él. En primer lugar, fue el testimonio de Esteban, que ablandó el corazón de Saulo y lo hizo receptivo a la semilla de la Palabra cuando se enfrentó a Jesucristo. Entonces, Dios envió a Ananías para que acompañara a Saulo (ahora Pablo) y orara para que recibiera el poder del Espíritu Santo.
Ya ves: Dios ha utilizado a las personas. ¡Y Él quiere usarte; permite ser usado!