Compartiendo las bendiciones con el prójimo

 

Efesios 4:29

“No digan malas palabras. Al contrario, siempre digan cosas buenas, que ayuden a los demás a crecer espiritualmente, pues eso es muy necesario.”

Molestarnos, quedarnos callados, gritar, buscar culpables, son algunas de las opciones cuando estamos en medio de un mal momento.

Sin embargo, lo que a veces no vemos es que por medio de eso podemos bendecir a otros si no nos callamos.

No siempre te lo agradecerán, pero tendrás paz que aunque no sea bien recibido, la palabra no regresa vacía y el consejo siempre imparte sabiduría al que lo da y al que lo recibe.

Cambia tu percepción para que cambie tu declaración escrita

Qué tal si Pablo, David, Isaías, Jeremías y Juan hubiesen escrito desde la amargura del proceso, ¿Cómo hubiesen sido sus consejos?

Tal vez dirían frases así:

“Hay personas desleales, infieles, apártate de ellas”

“Hay gente que te tiene envidia, sácalos de tu vida”

“Hay gente que dicen ser tus amigos, pero son amigos de lo que Portas, no de ti”

“Hay personas que son tan interesadas que sólo usan tu nombre”

“Hay gente que te abrazan en público pero te traicionan en privado”

Y muchas otras frases…..

Pero nunca escribieron así, nunca se dejaron llevar por sus heridas o sus conceptos. Nunca su proceso habló más fuerte que su propósito.

Hablaron desde una perspectiva sana, desde un corazón limpio, desde su dolor, pero con arrepentimiento puro, limpio y sincero.

No tiraron puntas, no escribieron indirectas, no flagelaron la fe de sus hermanos, ni señalaron la conducta de los suyos.

Tuvieron madurez, carácter, identidad y templanza. Desarrollaron la habilidad de pasar por alto porque la crítica que vivieron la tomaron como un combustible para hacer mejor amistad con el cielo, para amar más, porque amaron a pesar de la traición y el maltrato. ¡De eso escribieron!

Para que tus escritos lleven la inspiración del Espíritu Santo, debes primero dejar que el lápiz de tu corazón sea tocado. No escribas para destruir, señalar, criticar, juzgar, maltratar, aunque te sientas perseguido, vituperado, exiliado y destruido, con tu último suspiro edifica vidas, que Jesús lo hizo, ni en su peor momento pidió fuego de destrucción, sino más bien perdón.

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