Jeremías 18:3
‘Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.”
Es precisamente porque Dios los guía que estas cosas les suceden. Las pruebas y los obstáculos son los métodos de disciplina elegidos por el Señor y las condiciones de buen éxito que nos presenta
Quien lee el corazón de los seres humanos conoce su carácter mejor que ellos mismos. Él ve que algunos tienen facultades y posibilidades que, bien dirigidas, podrían ser empleadas en el avance de Su obra.
El hecho de que estemos llamados a soportar la prueba muestra que el Señor ve algo precioso en nosotros que quiere desarrollar.
Si Él no viera nada en nosotros que pudiera glorificar su nombre, no perdería el tiempo en refinarnos. Él no echa piedras sin valor en su horno.
Es el mineral precioso que Él purifica. El herrero pone el hierro y el acero en el fuego para probar qué calidad de metales son. El Señor permite que sus elegidos sean puestos en el horno de la aflicción para probar su temperamento y ver si pueden ser moldeados para su obra.
El alfarero toma la arcilla y la moldea a su antojo. La amasa y la trabaja. La divide y la vuelve a unir. La humedece y luego la seca.
Luego lo deja por un tiempo sin tocarlo. Cuando está perfectamente maleable, continúa la tarea de hacer un jarrón con ella. Le da forma, la alisa y la dobla. La seca al sol y la cuece en el horno. Entonces se convierte en un recipiente apto para ser usado.
Del mismo modo, el Artista supremo desea moldearnos y formarnos. Y como el barro está en manos del alfarero, así estamos nosotros en sus manos.
No intentemos hacer el trabajo del alfarero. Simplemente debemos dejarnos moldear por el Artista Supremo.