Jueces 16:5–6
“Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata. Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser atado para ser dominado.”
Sansón vivía tan deliberadamente que se acostaba con una ramera y al rato venía y destrozaba a sus enemigos con la unción que poseía. Pero hay que entender algo, el hecho que Dios nos ame no significa que nos apruebe.
Una cosa era la vida privada de Sansón y otra su Vida Ministerial. Pero si la una no está bien, tarde o temprano terminará destruyendo la otra.
Sansón tuvo que enfrentarse a tres Gigantes durante toda su vida y estas tres Grandes batallas ¡LAS PERDIÓ!
- El Gigante de Los Filisteos
Sus enemigos fueron tan insistentes en destruir a Sansón que cuando éste mataba a mil, se reproducían con mayor odio.
Los filisteos usaron sus recursos para persuadir a Sansón. El mundo usará todo en tu contra para arrebatar tu santidad, para sembrar en tu campo una semilla, para poner en tu vida Levadura. Cuando todo parecía tranquilo para Sansón, resulta que sus enemigos estaban escondidos entre matorrales esperando la ocasión para destruir a Sansón.
Sansón neutralizó a los filisteos pero no los destruyó, jugó con ellos y esto le costó perder la Batalla.
- El Gigante de Dalila
Aparece una figura crucial en la vida del ungido de Dios.
Dalila es la lujuria de Sansón hecha carne. Es su concupiscencia, es su deseo carnal.
Las tinieblas prepararon en el laboratorio mismo del infierno a Dalila. Porque cuando Dios trajo a Sansón, el enemigo configuró a Dalila y le dio todas las herramientas para destruir al ungido.
Dalila tuvo el alma de Sansón en presidio, sus sentimientos, sus emociones, su deseo, sus pensamientos, su vida misma. Le arrebató el secreto más preciado.
Sansón le descubrió la entrada a su aposento espiritual. Le entregó su Relación con Dios y los demonios entraron y acabaron con el jardín que estaba dentro de Sansón, provocando que la presencia de Dios se fuera.
La carne sigue siendo la Gran Ramera del hombre, por eso Pablo aconseja Crucificar la cada día.
III. El Gigante del YO
Sansón nunca pudo autocontrolarse, autodisciplinarse, autoreprenderse y nunca permitió que otro lo hiciera.
Sus grandes músculos, su gran Unción, su poderosa posición, su reputación eran demasiado grandes como para recibir consejos. ¡Qué locura!
El orgullo, la arrogancia, la soberbia, el ego y la altivez se saben camuflajear muy bien en las más grandes virtudes.
Nunca se puede vencer a los filisteos del mundo externo o a la Dalila del deseo del alma y sus placeres, si primero no se vence en la intimidad al YO REBELDE.
La Relación de Sansón con Dios radicaba en lo que poseía y en lo que debía hacer, pero no en lo que él era. Y así tarde o temprano la unción termina consumiendo lo que somos.
Fíjate en esto, Jesús primero trabajó en lo que él era (se fue al desierto a morir a su YO), luego en lo que debía tener (fue a la sinagoga y luego al Jordán a recibir el E.S.) y, luego en lo que debía hacer (Predicó el evangelio, echó fuera demonios y sanó a los enfermos).
Sansón le preocupó más su reputación, hacer ejercicios para mantener sus músculos extrínsecos a nivel, sentarse en la silla de Juez, mantener su prestigio ante la sociedad y ser la “imagen” antes de ser un Hombre ungido realmente.