Salmos 27:8
“Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová.”
No hay mejor lugar para estar que en la Presencia de Dios. Es en ese lugar de verdadera paz, de verdadera comunión, donde llegamos a conocer a Aquel que nos ama incondicionalmente y conocemos sus propósitos para nosotros. No sólo eso; también es en ese lugar donde recibimos todo, TODO lo que necesitamos, ¡aleluya!
El rey David conocía ese lugar. Conoció la Presencia manifiesta de Dios. Vivió experiencias transformadoras en dicha Presencia. Tanto es así que declaró: “Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro.”, y mi corazón respondió: “Tu rostro buscaré, oh Jehová”. (Salmos 27: 8)
En la adversidad, en Él es dónde se refugió. Cuando era perseguido por sus enemigos, allí se escondía. David escuchó la llamada de Dios para estar en su presencia. Sabía que el único que realmente podía hacer algo por su vida era el Señor, el Señor de los Ejércitos, el Dios Todopoderoso, el Dios de toda la tierra.
En la Presencia de Dios encontramos refugio, seguridad y protección. En la Presencia de Dios encontramos el camino correcto, la dirección y el sentido de la vida. En su presencia hay plenitud de vida, gozo y alegría. En su presencia hay curación, liberación y salvación. En la Presencia de Dios encontramos todos los recursos para ganar las batallas de la vida cotidiana, y seguir caminando con nuestra cabeza en alto.