Efesios 4:29
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”
Debemos tener cuidado con las conversaciones que tenemos con los demás, pues no siempre son conversaciones que edifican, y por el contrario hacen daño y corrompen a las personas, incluso a nosotros mismos.
Una mala palabra, una palabra mal dicha o mal intencionada no solo puede afectar a quien la escucha, también afecta el mundo espiritual que nos rodea, este tipo de conversaciones traen estancamiento espiritual, algo que le impide al creyente avanzar en la obra de Dios y en la formación de su carácter.
Para cambiar eso, lo primero que se debe hacer es tomar la decisión de cambiar ese lenguaje y adoptar uno agradable delante de la presencia del Padre, así como pedirle que nos de dominio propio para sujetar la lengua.
Oración:
Señor muchas veces he dejado de considerar el impacto de mis palabras. Pero las cosas que digo e incluso el significado que hay detrás de ellas tienen un impacto enorme en los oyentes. En un sentido, mis palabras son regalos que puedo entregar. Mis palabras pueden ser un regalo de alabanza para ti o un regalo de ánimo para un amigo. Sé que he dicho cosas con frecuencia que son molestas, quejosas, insultantes, degradantes o simplemente inútiles. Lamento haber sido tan irresponsable con mi lengua. Quiero hacer valer mis palabras. Ayúdame a ser más reflexivo en mis oraciones a ti y en mi hablar a los demás. Tal vez el mayor regalo que puedo dar a otros no se encuentra en una caja cubierta de papel de regalo y lazos, sino en las palabras que uso para animarlos, inspirarlos, confortarlos o desafiarlos.