Mateo 5:14-16
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
El mundo de hoy se encuentra cubierto por episodios de oscuridad. Guerras, refugiados, enfermedades, violencia, corrupción y una numerosa lista de desconciertos que arropan la vida de muchos, en el miedo y la desesperanza. En ese contexto la única salida, es buscar la luz de Dios y convertirnos en su instrumento.
En el pasaje de hoy, vemos como Jesús utiliza una hermosa metáfora para guiarnos en el camino de convertirnos a través de la luz del Señor, en luz del mundo.
Para ello nos indica: 1. Que somos su luz: “Vosotros sois la luz del mundo”
- No debemos esconder nuestro brillo, sino hacerlo visible a todos, para que este sea observado y reflejado en otros: Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
- La luz del Señor en nosotros, será el resultado de nuestras buenas obras, conforme a la obediencia de su palabra, reflejada en nuestro carácter, actitudes, acciones y testimonios: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Abramos nuestros ojos para observar cada día la luz del Señor y que ella brille en nosotros. Hagámosla fuerte, cumpliendo su propósito, obedeciendo su palabra y siendo imitadores de Dios como hijos amados (Efesios 5:1)