Mateo 9:9
“Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.”
Una invitación a un hombre repudiado por la sociedad! Así sucedió con Mateo (Leví), un recaudador de impuestos que no era bien visto ni aceptado por su pueblo.
Jesús lo invitó no por su actividad ni para crear polémica. Mateo fue invitado porque era un hombre, una persona, una vida que el Señor sabía que le sería útil.
Jesús no nos juzga por lo que hacemos -profesión, hábitos, acciones-, sino que espera que estemos comprometidos a poner todo eso a su disposición, aunque sea necesario dejarlo todo.
Mateo recibe la invitación, evalúa su vida, sus acciones y su corazón, se da cuenta de la intensidad de la invitación y concluye: ¡es de Dios!
No importa cómo sea el hombre, lo que haga, lo que crea…. La invitación de Jesús cambia vidas y corazones.