2 Corintios 3:17-18
“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
La vida está llena de cosas que muchas veces nos atan, por ejemplo podemos estar atados a la herencia de una enfermedad generacional de la cual estamos alertas, ya que no sabemos el momento en que aceche contra nosotros.
Sin embargo no tenemos que vivir atados a situaciones que no nos hagan bien, o a las cuales no estemos de acuerdo. Es por eso que el Padre Celestial nos ofrece esa libertad espiritual por medio del pacto de amor y salvación que brinda a sus hijos y que incluye libertarnos de cualquier atadura, yugo o ligadura que nos quiera someter en la vida y nos traiga enfermedad, estancamiento o condenación.
Esta libertad la alcanzamos por medio de la comunión con el Espíritu Santo, la cual se logra orando, leyendo las santas escrituras y con mucha Fe en el creador de todas las cosas, quien nos dio la vida con un propósito maravilloso que podemos cumplir siempre tomados de su mano victoriosa.