Romanos 8:1-2
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”
Oración:
Señor, ¿Qué si otros supieran realmente quién soy yo? A veces, me asusta este pensamiento, pero en otras ocasiones, creo que podría estar bien con ello. Realmente anhelo tener a alguien a quien poder revelarle: mis miedos, heridas, pecados y dudas. ¿No necesita todo ser humano ese tipo de intimidad? Sin embargo, ¿puedo confiar en alguien lo suficiente como para ser totalmente vulnerable ante él o ella? La verdadera vulnerabilidad requiere que revele las cosas oscuras que nunca desearía exponer.
Aunque anhelo esa transparencia, a menudo resisto ser vulnerable en cuanto a mis pecados, especialmente aquellos que no quiero renunciar. Incluso lo hago contigo. Pero la vulnerabilidad requiere completa divulgación. Es solo a través de la vulnerabilidad que encontraré verdadera sanidad, restauración, renovación y perdón. Padre, reconozco mis pecados.
Tú ya los conoces. Te pido que me perdones. Te ruego que restaures nuestra relación y que lleves mi relación con otros a un mayor nivel de intimidad. Quiero salir de la oscuridad y ser vulnerable contigo para recibir tu perdón, que me libera de la carga de mi pecado. Gracias, Señor, porque, a causa de tu perdón, no tengo nada que temer. No tengo nada que ocultar porque me has cambiado.