Juan 8:28
“Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.”
Jesús comenzó la predicación del Reino de Dios aquí en la tierra y no fue comprendido por sus compatriotas, que no vieron en Él la persona del Cristo guerrero y rey liberador que esperaban.
El mensaje del Evangelio (la buena nueva) era de paz y liberación espiritual disponible para todos los hombres, en todas las naciones de todas las partes del mundo. Este mensaje no respondía a los intereses de los religiosos de la época y, por tanto, la figura de un Cristo salvavidas y reconciliador espiritual del hombre con Dios no gustó a muchos.
Jesús, con su palabra, ratifica que no estaba cumpliendo su voluntad personal, sino cumpliendo la voluntad de Dios; esta acción representa la unidad de Dios y la divinidad de Jesús. Anticipa su actitud hacia los hombres: Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre», hecho que cambiaría la historia de la humanidad y la relación del hombre con Dios.
A partir de entonces, Él utiliza la expresión YO SOY para definir Su condición en relación con los hombres, y son estas condiciones, transcritas mediante «declaraciones», las que citaremos en los próximos comentarios del día.
Jesús quería dejar claro a sus oyentes, y a los que se enteraran de sus palabras, lo mucho que deseaba formar parte de nuestras vidas.
Te invito a una reflexión profunda de una de esas declaraciones, donde el Señor nos da cuenta de su deseo de cumplir su voluntad en nosotros.
Jesús dijo: YO SOY el pan de vida; la vid verdadera; el buen pastor; la resurrección y la vida; la puerta; la luz del mundo; el Alfa y la Omega; el principio y el fin; el camino, la verdad y la vida.