Como ser libres del dolor con Dios

Salmos 119:50

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado.”

La angustia no es una patología ni una enfermedad sino un sentimiento existencial. La angustia no es un sentimiento independiente. Se genera por factores externos e internos. Cada persona siente la angustia de una manera única y con una intensidad única. El sentido común define la angustia como: “opresión en el pecho”. La angustia nos aprieta el pecho, nos roba la paz y nos enferma el alma. Sus efectos son devastadores. Altera el equilibrio de nuestro espíritu y desgarra la esperanza de nuestra alma.

Mientras que la angustia causa todo esto, la palabra de Dios es el antídoto que crea los efectos opuestos, sienta las bases de nuestras actitudes y aptitudes para seguir la voluntad de Nuestro Padre Celestial y nos allana el camino, para glorificarle en pensamiento y obra, en cada paso que damos.

Además, La palabra del Señor crea vida en nuestra alma, consuelo en nuestro corazón, y desata los lazos de nuestro ser. La Palabra de Dios es el tónico para nuestro corazón y el refrigerio para el alma afligida.

Por lo tanto, además de la lectura, también es importante examinar la palabra. El que lee, escucha y guarda la palabra recibe consuelo para el día de la tribulación. La palabra vivifica a los muertos de espíritu, restaura a los perdidos, fortalece a los débiles, rejuvenece la esperanza y da ánimo al alma abatida. Es por la palabra que sabemos que nada puede separarnos del amor de Dios.

 

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