La bondad de Dios revelada a quienes le buscan

Lucas 19:5

“Cuando Yahshua llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.”

La historia de Zaqueo es una historia de gracia. Hay un rico recaudador de impuestos que anhela ver a Yahshua, hasta el punto de subir a un árbol. ¿Qué quería? ¿Para saber quién era Yahshua y luego tratar de encontrarlo? ¿Fue sólo ese instinto el que nos hace querer ver a alguien cuya fama nos impresiona? Y entonces Yahshua va hacia él, lo llama por su nombre y le pide alojamiento en su casa. La gracia nos hace importantes para Dios.

El lejano Yahshua, de difícil acceso, se revela cercano e íntimo. Se entrega a Zaqueo. Tiene tiempo para Zaqueo. Sí, estoy en lo cierto, Yahshua en este pasaje nos está mostrando cómo es el corazón de Dios. Nos muestra que no se esconde ni dificulta nuestro acercamiento. ¡Al contrario! Se anticipa. Pero no nos damos cuenta, no vemos, estamos ocupados fijando nuestros ojos en nosotros mismos.

No creemos que pueda mirarnos amistosamente y decirnos: ¡Los conozco! ¡Vámonos! ¡Tenemos mucho de qué hablar! La gracia es la forma en que Dios se hace nuestro amigo antes de que nosotros seamos sus amigos.

Tal vez la primera impresión que tuvimos de Dios se quedó. Tal vez la iglesia que nos inspiró en la fe nos advirtió sobre la distancia y la santidad de Dios de una manera que nos hizo pensar que la relación con el Señor es algo para los demás, no para nosotros. Si este ha sido alguna vez el caso en tu vida es mejor intentar el siguiente punto de vista. Deberíamos arriesgarnos a creer que somos conocidos, amados y bienvenidos. Que Dios está cerca y tiene todo el tiempo del mundo para nosotros.

Ni siquiera tenemos que dar explicaciones: Ya lo sabe todo. Sólo tenemos que aceptar Su invitación, como lo hizo Zaqueo con Yahshua y acostumbrarnos a su presencia. ¡Inténtalo alguna vez! No camines solo. Aunque pienses, en algún momento, por una u otra razón que no lo merezcas, Dios es tu amigo. Ve a casa con él. Él te ama. ¡La presencia de Dios cambiará tu vida!

 

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