Miqueas 6:8
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Yahveh de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
La corrupción estaba muy extendida en el reino de Judá, lo que llevó a la inversión de los valores morales, la degradación de la familia, el caos de la sociedad y la mercantilización de la religión.
El profeta Miqueas levanta su voz en nombre de Dios y dice lo que Dios requiere del pueblo. La primera cosa que Dios exigió fue la práctica de la justicia. Los ricos explotaban a los pobres. Los jueces estaban dando sentencias por soborno. Los profetas predicaban por dinero. Los sacerdotes se entregaban a la corrupción.
En el comercio, prevalecía la búsqueda de beneficios a cualquier precio. Las balanzas falsas y los monederos con pesos engañosos eran el símbolo de la corrupción que había clavado sus tentáculos en todos los sectores económicos. La injusticia prevaleció en los palacios y cortes, en el templo y en las familias.
El pueblo trató de ocultar sus prácticas pecaminosas bajo el barniz de una religión vacía, pero Dios proclama mediante Miqueas que quiere justicia y no un culto divorciado de la vida. Quiere misericordia y no opresión.
La misericordia va más allá de la justicia, pues si la justicia le da a tu prójimo lo que la ley requiere, la misericordia le da lo que el amor establece. La única manera de ver la práctica de la justicia y el amor de la misericordia es caminar humildemente con Dios. La piedad es la base de la justicia y la motivación de la misericordia.