Hebreos 13:5-6
“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre.”
¿Te acuerdas cuando, siendo niño, tenías que entregar un proyecto escolar? Todo el asunto parecía abrumador hasta que tu padre o tu madre decían: Deja que te ayude con eso». Escuchaba tus ideas y te ayudaba a comprar lo necesario. Por fin llegaba el día de montar el proyecto. En lugar de hacer el trabajo por ti, ellos se limitaban a hacerte sentir su presencia mientras tú hacías la labor, y te alentaban con frases como: Eso está muy bien, y ¡Vaya! ¡Estoy impaciente por verlo acabado!. Sus palabras estimulaban tu confianza y te espoleaban.
Tu Padre celestial te brinda ese aliento del tipo «Eso está muy bien, hijo, sigue adelante». ¡Habla de edificar tu confianza! Cuando te enfrentas a una situación difícil, Él está junto a ti, pronunciando palabras positivas sobre ti, diciéndote que tienes madera para ser lo mejor que puedas llegar a ser. Y, aunque no tomará las riendas porque, después de todo, quiere que aprendas de la experiencia, te aconsejará sobre la marcha.
Lo que nuestras figuras de autoridad, Padre, Madre, Abuelos o personas de confianza, amigos, vecinos hicieron por nosotros al darnos confianza y su ayuda al realizar una tareas, Dios lo hace con nosotros todos los días de nuestra vida.
Por ello te pregunto: ¿Qué afrontas hoy? ¿Necesitas un ayudador? Dios es el mejor de todos. Solo con saber que está a tu lado tu mente se relajará y hallarás la energía necesaria para las tareas a las que te enfrentas.