Una vida renovada por Dios

Romanos 12:2

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

Cómo veremos las cosas cuando la sabiduría de Dios haya llegado a ser parte de nuestro propio pensamiento? ¿Cómo se verá esa mente renovada y transformada del creyente? Hay tres reorientaciones radicales por las que debemos pasar.

Comenzaremos a entender nuestro tiempo, nuestros tesoros y nuestros talentos de manera distinta. Estaremos en un lugar dramáticamente distinto al que estuvimos alguna vez y nuestra perspectiva reflejará el cambio. Nuestros ojos escudriñarán nuevas alturas y nuestros deseos se inclinarán en nuevas direcciones. Somos una creación nueva; aprenderemos a vivir como tal.

¿Cómo llegamos allí? ¿Cambiamos repentinamente o poco a poco? ¿Es por la diligencia de nuestro esfuerzo o por el don misericordioso de Dios? ¿Es un asunto de mucho estudio o de desarrollo de nuestro espíritu? La respuesta es todo lo anterior.

Dios nos dará su mente; podemos estar seguros de eso. Él nos la da por las misericordias de su buena voluntad y porque es generoso con todos sus hijos. No obstante, también requiere de una diligencia que investigue su Palabra, que busque su guía, que coopere con su plan, que reciba su corrección y que espere pacientemente su providencia. Debemos perseverar audazmente en nuestro ambicioso ímpetu de recibir el regalo totalmente gratuito de la sabiduría de Dios.

Si alguna vez conociste el poder de la transformación de Dios, pero desde entonces te dejaste caer en una vida híbrida de lo nuevo y de lo viejo, quizás hayas perdido de vista el llamado constante de la creación nueva.

En cualquier caso, deja que tu mente sea transformada y que tu vida sea renovada una y otra vez. Es un proceso de toda la vida para el creyente, una obra de la que solo Dios conoce el día de su conclusión. Nunca te conformes con el statu quo. Nunca llegues a estar satisfecho contigo mismo, ni te quedes estancado. Nunca pierdas de vista el llamado de Dios de ascender de los caminos de este mundo hacia el corazón de su voluntad.

La diferencia entre la mundanalidad y la vida de Dios, es una mente renovada.

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