Salmos 51:15
“Señor, abre mis labios, Y publicará mi boca tu alabanza.”
Es sorprendente cómo un período de adversidad puede influir tremendamente en nuestra vida y nuestro comportamiento, seamos o no siervos de Dios, ya que esta característica es de la naturaleza humana y aflige a todos los hombres.
Lo que el salmista nos muestra en este texto es que había perdido su condición de “magnificador de Dios” con sus alabanzas personales, su devoción personal estaba dormida y abrumada por el dolor y el miedo que reinaba en su vida en ese momento. A pesar de ser un siervo de Dios y un levita, David registra cuánto “pecado” (desobediencia a los preceptos de Dios) hace en la vida de todos nosotros.
En su corazón había temor, en su mente había razón, tenía la noción exacta de su dependencia de Dios y cuán fundamental era esto en su relación con Él; sin embargo, había abatimiento en su vida, fruto de sus elecciones y distancia del Señor.
Necesitaba ayuda para romper la barrera de la frialdad espiritual y producir con sus labios una sincera y verdadera alabanza a su Dios.
La alabanza a Dios es algo que debe venir de dentro, de un corazón roto y una mente arrepentida, sin eso no es alabanza. David lo sabía y decidió pedirle ayuda a Dios, el único que podía ayudarle a reanudar su devoción.