Deuteronomio 1:21
“Mira, Yahveh tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Yahveh el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes.”
Muchos de los que escucharon las palabras del versículo de hoy habían pasado cuarenta años en el desierto. Sus padres se dejaron vencer por el miedo. Como castigo por la ostentosa falta de fe, Dios sentenció a esa generación a la muerte: “ninguno de los que vieron mi gloria y las señales milagrosas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de ellos verá jamás la tierra que juré a sus antepasados. Nadie que me haya tratado con desprecio lo verá” (Num. 14:22-23). La nación vagó hasta que todos los rebeldes murieron.
Los hijos de esa generación estaban ahora en el mismo lugar. Moisés recapituló lo que había sucedido, les habló de la rebelión de sus padres y su falta de fe. La nueva generación necesitaba escuchar y entender. Dios les dijo lo mismo que le había dicho a sus padres: “No tengan miedo ni se desanimen”.
Caminar en una relación íntima con Dios puede compararse con entrar en la propia tierra prometida. Aunque es un buen lugar, también presenta situaciones desconocidas. Seguir a Dios no significa que la vida sea fácil. Todavía tendrás que luchar contra los gigantes, reclamar territorios y trabajar. Sin embargo, El Señor dice: “No tengas miedo ni te desanimes” pero siempre bajo una poderosa razón: “El Señor, tu Dios, es quien luchará por ti” (Dt 3:22).
Dios conoce lo desconocido. Conoce a los gigantes. Tiene el plan de batalla. Todo lo que tienes que hacer es contemplarlo siempre, buscarlo en oración y conducirte por las instrucciones y verdades que nos brinda en Su Palabra. La victoria está garantizada cuando nos rendimos ante aquel que todo lo conoce y que todo lo puede.