Génesis 3:8-9
“Y oyeron la voz de Yahveh Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Yahveh Dios entre los árboles del huerto. Mas Yahveh Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?.”
Ciertos lugares se parecen al primer jardín, provocando en nosotros el anhelo de experimentar lo que Adán y Eva disfrutaron: caminar con Dios.
El mundo sigue siendo un gran lugar para conocer a Dios, pero algo ha cambiado. Las dos primeras personas renunciaron a la compañía divina. Escucharon sus pasos buscándolos. Pero ambos habían pecado, y la culpa los abrumaba. Perdieron su relación íntima, y desde entonces hemos luchado por acercarnos más.
Dios no se escondió del hombre; fue al revés. Avergonzados, temerosos y rebeldes, Adán y Eva se escondieron. Pero Dios fue a buscarlos. Aunque era consciente de la desobediencia, mantuvo su compromiso.
¡Qué maravillosa amistad se les privó! ¡Qué paz han perdido! Pero antes de criticarlos, recordemos con qué frecuencia repetimos el mismo error. Pasamos momentos con Dios que nos gustaría conservar, pero horas después, le damos la espalda.
El poder en la vida de oración viene sólo de la presencia de Dios en nosotros. Ese poder no es nuestro, sino suyo. No lo experimentaremos si insistimos en nuestros propios juicios o planes. Debemos planear seriamente el momento en que nos encontremos con Dios.
Si no construimos la vida alrededor de estos “paseos en el jardín” con el Señor, muy rápidamente el mundo llenará nuestras horas con otros compromisos. Como hizo con Adán y Eva, Dios vendrá a buscarnos. No quiero que tenga que preguntarme: “¿Dónde estás?”.
Amen