Juan 12: 24-25
Desde el inicio de la creación nuestro Padre Yahveh ya tenía un propósito firme cuando nos creo, y por eso nos hizo a Su imagen, conforme a Su semejanza y nos bendijo para ser fructíferos, multiplicándonos hasta llenar la tierra, por lo que nos da la vida para ser obedientes y cumplir sus mandatos en esta tierra.
El nos compara como el trigo que al ser sembrado inicia su ciclo como un grano que muere al caer a tierra, para luego producir una gran cosecha, lo cual conlleva cuidados especiales, desde preparar la tierra, abonarla y cultivarla hasta ver los resultados de la buena cosecha .
Todos tenemos semillas de vida que pueden germinar, pero esto solo va a suceder cuando decidimos enfrentar la posibilidad de enterrarlas, para que en el proceso de muerte y descomposición la semilla se convierta en una multiplicación de vida.
Por ejemplo, cuando decidimos estudiar una carrera o realizar un proyecto de vida, enterramos nuestra mente y tiempo entre los libros durante muchos años para luego cosechar una multitud de éxitos académicos y o profesionales, cuanto más si lo hacemos para cosechar frutos para la vida eterna, pero para lograr esto debemos cumplir con lo que nos demanda el Eterno en su palabra.