Todo lo que vivimos tiene propósito

Romanos 8:28

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.“

En lo que respecta a la madurez espiritual, no podemos dar por sentado que estamos creciendo. Es por eso que he recopilado un breve inventario de términos de referencia espiritual. Revise la lista para tener una idea de cómo le está yendo. Pero recuerde que solo la Biblia puede indicarle la magnitud de su crecimiento.

Sabemos que estamos creciendo espiritualmente cuando nos volvemos más conscientes de nuestra naturaleza pecaminosa y debilidad.

Al estudiar la vida de los primeros cristianos, es obvio que éstos no “mejoran” con la edad ni con la madurez espiritual. Por el contrario, son cada vez más sensibles a su dependencia del Señor. Por otra parte, el progreso es evidente cuando respondemos al pecado con arrepentimiento.

No enfrentar el pecado es rebeldía contra Dios. Los creyentes que crecen se alejan de lo malo y abrazan lo recto. Si vivimos con las consecuencias de la dependencia y el arrepentimiento, nuestro deseo de obedecer se intensifica, y la atracción al pecado disminuye.

El crecimiento se caracteriza por el aumento tanto de gozo como de lucha. La fe se desarrolla por medio de las dificultades, porque gozar de confianza en medio de sufrimiento nos ayudan a lograrlo. Por tanto, veremos madurez en nuestra relación con Dios si juzgamos las pruebas y las tentaciones como oportunidades para crecer.

Pablo, David y Daniel demuestran que la adversidad puede ayudar a formar gigantes espirituales. Estos hombres reconocieron a Dios como el guardián de sus vidas. Maduramos cuando discernimos que todo lo que nos sucede viene del Señor, y por tanto, Él está obrando para nuestro bien (Ro 8.28).

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