Salmos 47:7-8
“Porque Dios es el Rey de toda la tierra; Cantad con inteligencia. Reinó Dios sobre las naciones; Se sentó Dios sobre su santo trono.”
Cuando los cristianos explican cómo y cuándo entró el mal en el mundo, la mayoría de las veces señalan la tentación de la serpiente. Pero hay que remontarse un poco más atrás, cuando Dios plantó el árbol de la ciencia del bien y del mal. Al dar a Adán y Eva una opción entre la obediencia y la rebeldía, el Señor permitió que el mal entrara a su creación perfecta.
Posiblemente usted se esté haciendo la pregunta que inquieta a muchas personas, creyentes o no. ¿Por qué un Dios Todopoderoso permite el mal? Se han dado algunas respuestas insatisfactorias, por ejemplo, que al Señor no le importa, o que Él es incapaz de impedir el mal. Estas respuestas contradicen lo que Dios dice acerca de sí mismo en la Biblia (Ro 5.8; Sal 47.8), porque nuestro Padre celestial ejerce autoridad absoluta sobre este mundo.
Dios tuvo un propósito al dejar que el mal entrara en el mundo. El árbol era un laboratorio de prueba. Adán y Eva tuvieron que elegir entre la rebeldía y el amor, la maldad y la justicia, la desobediencia y la obediencia.
Ya que el Señor deseaba el amor de los seres humanos que creó, tuvo que darles una opción. El auténtico amor se da libremente. Las alternativas eran: olvidarse de todo el proceso de la creación, o programar a la humanidad como robots para que le dieran gloria y alabanza.
El Señor da dos garantías en cuanto al mal. Primero, su propósito no es que pequemos (Stg 1.13). Él desea que vivamos rectamente, para que el mal no pueda encontrar lugar en nuestros corazones. Segundo, cuando somos tocados por el mal, Él hará que la experiencia sea para nuestro bien (Ro 8.28)