Guardar su palabra nos bendice

Lucas 11:28

“Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.”

Los psicólogos se refieren a un fenómeno conocido como disociación para describir un estado mental en el que alguien vive en dos mundos al mismo tiempo. Es posible que algunos lo hayamos experimentado en su forma más leve al conducir. Mientras nuestros pensamientos divagan, pasamos de largo nuestra parada sin notarlo, y viajamos varios kilómetros antes de reconocer nuestro error.

Como cristianos, a veces sufrimos de disociación espiritual. Con buenas intenciones, abrimos nuestras Biblias y empezamos a leer solo para darnos cuenta, después de haber leído varios versículos, de que no tenemos idea de lo que acabamos de leer. Aunque Dios estaba hablando, no escuchábamos su voz. Por lo general, esta situación puede remediarse al volver a leer con concentración, pero hay veces cuando no escuchamos a Dios por razones más serias.

A veces, la incapacidad de escuchar al Señor es resultado de inmadurez espiritual, pero también podría indicar un peligroso estado de indiferencia espiritual o, peor aún, de rebeldía. En ese estado, corremos el riesgo de llegar a ser como el hombre que endurece su cerviz después de mucha reprensión, y de repente es destruido y sin remedio (Pr 29.1).

No nos ocultemos de Dios. El Señor es un Padre amoroso que nos habla para apartarnos del mal y traernos de regreso a Él. Su propósito es transformarnos de niños obstinados que necesitan control, a seguidores maduros que puedan ser aconsejados con una simple palabra o con un poco de presión. Cuanto más receptivos nos volvamos a las instrucciones de Dios, más experimentaremos su misericordia y el gozo de la obediencia y la santidad.

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