Salmos 73:26
“Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna.”
Al final de su vida, Sansón clamó a Dios por fuerzas suficientes para vencer a sus enemigos y morir (Jue 16.28, 30). De haberse vuelto al Señor antes de enredarse con Dalila, el resultado podría haber sido muy diferente.
Cuando usted hace frente a una tentación, su única defensa verdadera está en Dios. Si se vuelve a Él en su debilidad, su Espíritu Santo le guiará y gobernará su vida. Él está allí para darle fuerzas y protegerle, pero es esencial que usted esté sometido a Él. Hay tres pasos en cuanto a esto:
1) Pídale al Señor que mantenga en estado de alerta para identificar cualquier aspecto de fragilidad en su vida, y tenga después la honestidad suficiente para ver sus defectos tal como son.
2) Confiese sus pecados a Dios, diciendo: “Señor, reconozco que es un área de debilidad en mi vida”. Es importante que mencione el nombre del pecado específico con el que esté luchando.
3) Pídale a Dios que le dé fuerzas y sabiduría para alejarse de la tentación, apartarse de las distracciones que corrompen, y evitar los lugares que le llevarán a pecar.
¿Cuántas veces clamó David a Dios? Fue perseguido y tentado continuamente, pero encontraba fuerzas en el Señor (Sal 57.2). Cuando olvidó recurrir a Dios, su deseo sexual lo dominó (2 S 11.1-3).
El Espíritu Santo vive dentro de cada creyente. Está allí para fortalecer, guiar y proteger a todos los hijos de Dios. Decida ser obediente al Señor, y Él le ayudará a andar en sus caminos. Si usted se niega a reconocer sus debilidades, o peor aún, si las consiente, estará destinado a la derrota.