Salmos 18:35-36
“Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, Y mis pies no han resbalado.”
Señor, gracias porque no me ha faltado Tu presencia, que aún en la escasez o en los días malos me ha provisto con lo que necesito. Aunque ande por caminos de dificultad, no desmayaré porque sé que estás conmigo, y estoy confiado de que fortalecerás mis manos para servirte y abrirás mi corazón para que en él se siembre Tu Palabra.
Tu salvación es el regalo más grande e inmerecido que pueda recibir en este mundo, por eso te alabo y te amo dese lo más profundo de mi corazón. Gracias por ser mi escudo y fortaleza cuando ya no tenía ganas de continuar. A ti sea la gloria y alabanza. Amén.