Jonás 1.1-2
“Vino palabra de Yahweh diciendo a Jonás hijo de Amitai: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella, porque ha subido su maldad delante de mí.”
Ninguno que se acerca al Eterno se va con las manos vacías, pues él es compasivo y no quiere que ninguno se pierda, así como le dio la oportunidad al pueblo de Nínive, así lo quiere hacer hoy con todos aquellos que se arrepienten.
Nínive era un pueblo corrompido, los cuales adoraban a Dioses paganos y no guardaban los mandamientos del Eterno, sin embargo en su infinito amor, Yahweh envío a ello un profeta para que les hiciera el llamado a arrepentirse de toda su maldad y de esa forma pudieran restaurar la relación con su creador.
Esta ciudad y sus habitantes estaban tan corrompidos que ni siquiera el hombre de Dios quería acercarse a ellos, pues no eran dignos de recibir la gracia del Eterno. Pero la verdad es que ninguno de nosotros lo somos, todo merecemos la muerte a causa de nuestra maldad, sin embargo el amor de Dios sobrepasa al de los hombres y nos arropa con perdón de forma perfecta y plena.