Romanos 1.21-22
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios..”
Toda exaltación debe ser dada a nuestro Dios pues Él revela las cosas escondidas a sus hijos para dar testimonio de su poder, pero los que endurecen su corazón por su alto intelecto y soberbia, terminan olvidando quien es el Eterno en sus vidas, conduciéndose a perdición y sumergiéndose en el pecado, riquezas, trabajos y amoldándose a lo que ofrece el mundo donde todas las cosas son pasajeras.
Cada meta lograda, cada bendición alcanzada no es gracias a nuestro intelecto o habilidades, cada una de ellas viene de la fuente de vida que es nuestro Señor. Es importante que no nos olvidemos de ellos y que tengamos presente siempre al autor de la vida y la salvación para darle la gloria por las cosas buenas y malas que permite en medio de nosotros.
No permitamos que la soberbia y la vanidad pretendan quitar al Eterno lo que solo a Él le pertenece, sino más bien confesemos con nuestros labios la grandeza de sus obras.