Romanos 7.7-9
¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la
codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por
el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está
muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el
pecado revivió y yo morí.”
La palabra de Dios es santa, justa y buena. Aquellos que no están dentro del
marco de la ley son los infractores.
Saul no tenía la revelación de la Toráh, pero cuando tuvo el conocimiento, hubo una confrontación en él que lo llevó a arrepentirse, es decir, no solo hubo un arrepentimiento sino también un cambio de dirección, su vida fue transformada conforme a la buena voluntad del Eterno.
Para que se cumpliese el plan de redención debía ser El mismo YHVH quien muriera, si le llamamos por otro nombre estaríamos afirmando que fue otro.
La Toráh no es una deuda, lo era el pecado. Por esta razón YHVH llevó a cabo su plan de salvación manifestándose por medio de Yahshúa Ha Mashiaj quien cargó con nuestros pecados y rebeliones, perdonando así nuestras transgresiones.