Nada es casualidad dentro del plan y propósito maravilloso del Eterno. Aunque nosotros no entendamos todo tiene sentido cuando se trata de los planes de Dios. A veces nos sorprendemos o creemos que no merecemos vivir algo, pero la verdad es que así lo había determinado Dios por su voluntad perfecta para nosotros.
Ni el nacimiento de una persona, ni la familia que tiene, nada de esto ocurre por pura coincidencia, cada una de las cosas que Dios permite en nuestras vidas, no solo las permitió sino además cada una tiene una razón de ser divida.
A pesar de que muchas de las consecuencias a las que somos sometidos y que no nos agradan mucho, son producto de nuestros actos, si El lo permitió es porque quiere sacar un bien de todo eso y que aprendamos algo positivo.
Comúnmente el ser humano se queja de algunas cosas que le corresponde vivir y muestra inconformidad, pero debemos tener presente que de acuerdo a nuestra perspectiva de las cosas sabremos o no sacarle el mayor provecho para nuestro crecimiento como seres humanos y personas.
Así como cuando Dios permitió que Pedro entrara en aquel letargo que lo hizo creer que ya no había nada más luego de que Yahshua resucitara, y volvió a sus oficios como pescador ignorando la gran misión que tenia.
Con lo que nadie contaba es que una vez allí en medio de la pesca en el mar, Yahshua iría hasta él para recordarle como lo encontró y de donde lo había sacado.