Levítico 10.3
“Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado.“
Cuando Dios habla de algo grande ni siquiera lo podemos imaginar, porque lo grande de Dios no se parece a lo que puede hacer el hombre, va mucho más allá.
Cuando la mano de Dios viene sobre las vidas lo cambia todo, les arropa con su atmósfera y su clima cambia cualquier viento extraño y trae una estación perfecta de restauración. El es especialista en cambiar el ambiente seco y árido por un ambiente de fe y de posibilidades.
Hay bendiciones que el Eterno quiere desata, reavivar los dones que estaban dormidos y abrir los ojos que permanecían cerrados. El quiere sacarnos de la rutina, de lo normal para llevarlos a la esfera de lo imposible.
Para entrar en esta maravillosa dimensión es necesario Glorificar su nombre, reconocerle, buscar de su presencia, ponerlo primero en nuestras vidas y adorarle.
El Eterno puede hacer obras inimaginable y a través de ellas es glorificado, cuando el pueblo de Israel era perseguido abrió el mar rojo en dos y se trago a los egipcios, manifestando su nombre “El Gran Yo Soy”.
Cuando se manifiesta el yo soy cae cualquier enemigo de la fe, porque las evidencias no dejan lugar a dudas de su poder.