2 Crónicas 7.14
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”
Esta lectura de la biblia es una de las más mencionadas en las iglesias, sobre todo en tiempo de intercesión y oración. Estas palabras se las dijo Dios a Salomón. Lo hizo en un día en el que le dedicaban sacrificios a Dios en el templo que le construyo y descendió el fuego de Yahweh sobre el sacrificio.
Lo que puede romper los cielo, traer bendición a tu vida, hacer que la lluvia regrese, es un pueblo humillado con un corazón arrepentido que invoque su nombre en oración.
Dios no le está pidiendo humillación al mundo, sino al pueblo sobre el cual su nombre es invocado, Dios le está pidiendo quebrantamiento al que lo exalta y lo alaba, es decir, a su pueblo.
A veces queremos que sean las autoridades de un país quienes se humillen e invoquen el nombre de Dios, mientras que dentro del pueblo existe esa carencia, pues los que son creyentes son quienes son parte de su pueblo.
La biblia es clara y le indica a Salomón que la sanidad de la tierra vendrá cuando su pueblo se humille, no los impíos ni los incrédulos.
Dios mira desde el interior del ser humano, y nos da la llave para cambiar los pueblos y las ciudades, un pueblo que no está prosperado es porque no se ha humillado delante de Dios.