Ezequiel 17:22-24
“Así ha dicho Yahweh el Señor: Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro, y lo plantaré; del principal de sus renuevos cortaré un tallo, y lo plantaré sobre el monte alto y sublime. En el monte alto de Israel lo plantaré, y alzará ramas, y dará fruto, y se hará magnífico cedro; y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán. Y sabrán todos los árboles del campo que yo Jehová abatí el árbol sublime, levanté el árbol bajo, hice secar el árbol verde, e hice reverdecer el árbol seco. Yo Yahweh lo he dicho, y lo haré”
Piensa un momento en lo más hermoso que hayas visto en tu vida, un lugar, una persona, un animal. Ahora imagina como el Reino de Dios podría ser. ¿Qué puedes ver? ¿Es más hermoso que aquello que pensaste? ¿Es un lugar de paz y tranquilidad, un lugar de recuentro? ¿Un lugar de comunión fraternal con todos tus hermanos?
El profeta Ezequiel nos da una imagen muy representativa de como el Reino de Dios podría ser. En la escritura de hoy encontramos ese Reino, representado en un gran árbol que crece en la cima de una montaña. Un árbol sublime que da frutos. Probablemente la descripción más hermosa se encuentre aquí: “debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán”
Para mí esta es la representación viva del Reino de Dios a la luz de su palabra. Un lugar de sosiego y regocijo en donde todos como hijos del Señor nos encontramos en fraterna comunión y somos aceptados sin miramientos, sin excepción. En ese grandioso lugar, la única oportunidad es la de encontrar cobijo en las manos de Dios y disfrutar de su eterno amor y misericordia.
Todos los Hijos de Dios, unidos como hermanos en su Reino, es la imagen más preciosa que puedo imaginar.