Como creyentes debemos quitar el temor de nuestras vidas ya que ese temor nos condiciona y nos paraliza, pero aunque muchas veces es imposible evitar el miedo en un momento puntual, sí podemos canalizarlo y descansar en el Señor.
Si recordamos la parábola de los talentos, el último siervo debería haber tenido más temor de no multiplicar el talento que de perderlo, pues de haberlo hecho, ese temor lo hubiera llevado a actuar correctamente, y es de esta manera como las personas que se destacan en una situación crítica por lo general manejan el temor de esta forma y lo aprovechan positivamente.
1 Juan 4:15-18
“Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
El temor es lo contrario al amor ya que en el amor no hay temor, y a pesar del amor de Dios a muchos cristianos los controla el temor, y tal vez ese temor viene de una experiencia traumática, o de una falsa expectativa, pero debes saber que el temor es la cárcel que tú mismo te impones.
El miedo tiende a traer el mal sobre nosotros, es como una condena que va a suceder a causa de ese temor al igual que la fe atrae las bendiciones de Dios, por esto el sabio guarda su corazón y conserva la confianza.