Lucas 23.34
“Padre, perdónales. Porque no saben lo que hacen”
Lucas 23.43
“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”
Juan 19.26
“Mujer, he ahí tu hijo”
Mateo 27.46
“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado”
Juan 19.28
“Tengo sed”
Juan 19.30
“Consumado es”
Lucas 23.46
“En tus manos encomiendo mi Espíritu”
Estas palabras no son de un hombre acabado. No son las palabras de quien tenía ganas de llegar al final. Son el grito triunfante del vencedor. Estas palabras manifiestan la conciencia de haber cumplido hasta el final la obra para la que fue enviado al mundo: dar vida por la salvación de todos los hombres.
Todo do se había ya cumplido, la promesa de que un redentor moriría por nosotros se cumplió desde Génesis 3:15 al libro de los Salmos, Isaías 53 y más.
Y el que había temido al pecado, y había gritado ¿Por qué me has desamparado?, no tiene miedo en absoluto a la muerte, porque sabe que le esperaba el amor infinito de su Padre. Durante tres años se lanzó por los caminos y por las sinagogas, por las ciudades y por las montañas predicando perdonando y sanando a los que estaban enfermos.
El propósito de que Yahshua viniera a esta tierra no era para que lo elogiaran o lo coronaran rey de los judíos, sino para salvar lo que se había perdido, dar libertad a los cautivos, para sanar a los enfermos, para dar vida eterna, para morir por los pecados y para salvarnos de la condenación (Juan 3:16-17).