Dios instituyó el matrimonio entre un hombre y una mujer:
Génesis 2.24
“Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.
Nuestro llamado es a mantenerlo de esa manera: un hombre, y una mujer. Pero vivimos en un mundo caído, con una naturaleza pecaminosa luchando contra un pecado que toca nuestra puerta continuamente.
Dada esta realidad, necesitamos estar vigilantes ante sus asechanzas. No te equivoques: cualquiera de nosotras tiene la capacidad de caer en adulterio y pecado sexual. De hecho, la Palabra nos recuerda de manera clara que aquel que crea estar firme mire que no caiga (1 Co. 10:12).
Debemos ser intencionales en guardar nuestros matrimonios de nuestro propio corazón pecaminoso.
Mantén estos principios sobre tu matrimonio
- Nunca te reúnas en total privacidad con alguien del sexo opuesto. Mantén la puerta abierta.
- Establece una política de “no secretos” en tu matrimonio. Habla con tu esposo.
- No le permitas que los celos tomen lugar.
- No compartas tus problemas maritales con un compañero de trabajo o un amigo del sexo opuesto. Nunca.
- Mantente en tus “zapatos de José”. Procura estar lista para correr de cualquier situación que represente una tentación.
- Estudia y guarda su Palabra. “En mi corazón he atesorado Tu palabra, Para no pecar contra Ti”, Salmo 119:11.
Vive conforme a la libertad que te ha sido dada. Cristo nos liberó de la esclavitud del pecado, el pecado ya no tiene poder sobre nosotras. ¡Vivamos en la libertad que tenemos en Él!